¿Béisbol político o política beisbolera?


El tope entre Cuba y los Orioles de Baltimore podría repetirse


Al menos 10 equipos de la MLB exploran la posibilidad de jugar partidos de exhibición en Cuba durante la pretemporada del próximo año, así lo anunció la cadena ESPN en su página web, luego de celebrada la reunión de gerentes generales de la “Gran Carpa”.

Pero no son pocos –y me incluyo- los que piensan que las autoridades rectoras del deporte de las bolas y los strikes en la Isla exigirán que los equipos que vengan no lleven en sus filas a cubanos desertores.
A muchos en la Mayor de las Antillas nos llamó poderosamente la atención que la televisión cubana no transmitiera –al menos diferidos- los juegos de la Serie Mundial de la MLB, como sí ocurrió el pasado año.
Esta vez, las razones para no hacerlo fueron muy obvias. La presencia de Yoenis Céspedes (recientemente seleccionado entre los Guantes de Oro de la Liga Nacional), en los Mets de Nueva York, y Kendrys Morales (ganador del Bate de Plata como bateador designado), en los Reales de Kansas City, fueron motivos más que suficientes.
Si eso pasó con partidos a la distancia, entonces es imposible imaginar que aquellos que una vez brillaron en las Series Nacionales cubanas puedan regresar a jugar en tierras caribeñas enfundados ahora en el uniforme de una franquicia de Grandes Ligas.
Actualmente no veo de qué manera pueda ser posible ese acceso “tan deseado” de los peloteros criollos a la MLB, sin necesidad de que tengan que escapar durante competencias internacionales o arriesgar su vida en precarias embarcaciones.
Más complicado es el tema si las autoridades del béisbol en Cuba actúan como “agente” de sus jugadores, como ha ocurrido con peloteros que han sido enviados a ligas profesionales de Japón o México.
Entonces, el mal llamado “agente” ha determinado por sí solo y el jugador simplemente ha ido a cumplir con la tarea asignada, sin poder decidir o hacer valer su propia opinión. Algo que nunca es bueno para el atleta (ojo con el caso Yulieski Gourriel).
Eso sin contar la comisión, que supera con creces lo que cobra un representante de jugadores, y la sobreexplotación a la que son sometidos los peloteros que, además de su contrato internacional, tienen que participar en las Series Nacionales y en cuanto evento foráneo aparezca en el horizonte del calendario para el “team” Cuba.
La manera más racional, si bien no es ideal o justa, sería que los equipos interesados en la contratación de un jugador antillano paguen un monto determinado a las autoridades cubanas por los derechos a negociar con ese pelotero. Sería como una especie de compensación por los recursos que el Estado invirtió en el desarrollo de su jugador, aunque en el mundo ideal, el pelotero debería tener la completa y absoluta libertad para decidir sobre su vida y su futuro.
¿Acaso el gobierno de República Dominicana, actualmente el principal país exportador de peloteros extranjeros a las “Mayores”, cobra una tarifa a los equipos de Grandes Ligas por los derechos de negociar con sus prospectos?
No, simplemente cada joven quisqueyano firma con quien le parezca mejor para sus intereses.
Obviamente, todavía hay obstáculos extradeportivos, que pasan por el cada vez más debilitado embargo comercial, vigente desde 1962 y que el presidente Barack Obama intenta agrietar con algunas acciones ejecutivas.
Quién quita que de golpe y porrazo el mandatario haga una nueva excepción, esta vez en materia deportiva, específicamente en el caso del béisbol. ¿Estarán realmente preparadas las naciones para negociar abiertamente?

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