Un terremoto en forma de Superliga (+video)

Los fundadores buscan elevar sus ingresos en medio de la Covid-19 / Foto: mediotiempo.com

 

El anuncio sobre la creación de una Superliga de Europa por parte de 12 de los equipos más influyentes en el fútbol del Viejo Continente y la consabida respuesta de los organismos rectores del balompié como lo son la Uefa y la Fifa, los cuales anunciaron su total desacuerdo con el proyecto, no hizo más que confirmar que nos esperan meses de agonía en el más universal de los deportes.

Para que entiendan, el certamen, que tiene al presidente de Real Madrid, Florentino Pérez, a la cabeza, plantea unir a 20 elencos (15 fundadores y cinco invitados) para jugar una especie de torneo independiente, con premios metálicos muy por encima de los que propone la actual Champions League y que les serviría como balón de oxígeno a los principales clubes europeos que, a causa de la Covid-19, han visto cómo sus deudas han alcanzado picos insostenibles.

Hasta ahora, junto al Madrid ya han plasmado su firma en la iniciativa Barcelona, Atlético de Madrid, Liverpool, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Arsenal, Tottenham, Inter de Milán, Juventus y Milán AC, y según explicó el propio Florentino, aún se espera la incorporación de otro tres “grandes” para completar los 15 fundadores (que contarían con cupos fijos en la competición).

De primera instancia, lo que propone la Superliga es que los conjuntos enrolados en esta continúen su participación en sus respectivos torneos domésticos, tal y como funciona en la actualidad, pero en vez de participar en la “Champions” o Europa League, lo harían en el megaproyecto, algo que, como es lógico, no le cayó ni un poquito bien a la Uefa y a la Fifa, ya que no tendría ningún control del evento, que sería completamente organizado y dirigido por los 15 equipos fundadores.

Hasta ahí, todo parece tener pies y cabezas, pero la cosa va mucho más allá. Está claro que la razón de la iniciativa reside en el interés financiero de las entidades involucradas. Estas contarían con la garantía de cobrar todos los años los beneficios asociados a pertenecer a esa liga de estrellas y, con toda probabilidad, la perspectiva de que estos sean mucho más cuantiosos que los que reciben en la actualidad.

 


 

De igual forma, los daños colaterales de este plan serían muy graves. En primer lugar, un golpe casi letal a la épica de un deporte que, aunque esto suceda cada vez menos, está abierto estructuralmente a que equipos “David” puedan vencer puntualmente a los “Goliat”, o que con el buen trabajo se pueda paulatinamente pasar de la mediocridad a la excelencia.

En segundo lugar, un mazazo a las ligas nacionales, que sufrirían la sombra de esta Superliga y perderían el aliciente de ser propulsoras hacia la Champions League en razón del mérito. Además, sufrirían el creciente interés de los clubes de élite por la otra competición.

No es casual que los líderes de varias ligas nacionales se hayan expresado duramente en contra. La Uefa y la Fifa también se han opuesto con fiereza. Está por ver que las represalias anunciadas sean legales; pero también las autoridades de libre competencia tendrán que echar un buen vistazo a este oligopolio claramente dañino para los demás.

No caben ingenuidades. Esto no es otra cosa que un pulso de poder. Los grandes clubes quieren sacar mejor provecho de su posición dominante (y hasta lo puedo entender); al otro lado, se halla una institución muy desprestigiada como la Uefa. En el medio, un deporte que hace soñar en todo el mundo a legiones de aficionados, y en cuya base está la épica de que la vía está abierta siempre y hasta el final para los equipos que lo merecen. 

A simple vista, este proyecto destruye ese concepto, pero para que sea fútbol, los grandes tienen que sobrevivir. Harían bien los equipos fundadores y los entes rectores en sentarse a dialogar con mesura. Eso sería más razonable en todos los sentidos, no sea que el pan de hoy sea el hambre de mañana.

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