De dominantes a dominados
Como
diría el poeta: "...ayer maravilla fui, hoy sombra de mí no soy". En la primera
etapa de la también llamada Pequeña Serie Mundial Latinoamericana, entre 1949 y
1960, los clubes de la liga profesional cubana ganaron siete de 12 torneos,
mientras que los representantes boricuas capturaron cuatro de los cinco
banderines restantes.
Hoy,
aunque duela decirlo, cubanos y puertorriqueños son los débiles de un certamen
que, gracias a su estructura competitiva, podrían hasta terminar ganándolo,
algo que enmascararía las carencias beisboleras de los otrora gigantes del
Caribe.
Cuba
se apartó del torneo después de la edición de 1960, tras la eliminación del
deporte profesional en la Isla, y regresó 54 años después, en el 2014.
Pero
tantos años de aislamiento le están haciendo difícil la reinserción a los
cubanos, que por décadas se acostumbraron a arrasar en cuanto torneo amateur
participaban, ante rivales de poca monta, jóvenes inexpertos o veteranos que
nunca tuvieron la calidad suficiente para firmar como profesionales.
Cuba
se embriagó con el humo de victorias pírricas, que celebraban con la pomposidad
de quien venció a un poderoso ejército enemigo y esa borrachera le impidió ver
que el mundo cambiaba a su alrededor.
La
pelota cubana tiene profundos problemas estructurales y conceptuales que se
agravan por la excesiva politización de cada esfera de la vida en la Mayor de
las Antillas.
Se
imponen cambios radicales, pero muchos encargados de llevarlos adelante parecen
temerle al porvenir.
Lo
de Puerto Rico es, de cierta forma, más lamentable, porque allí no hubo ningún “terremoto
político” que sacudiera los cimientos beisboleros de la llamada Isla del
Encanto.
Es
cierto que la decisión de Grandes Ligas de incluir a los boricuas en el draft
amateur afectó el flujo de peloteros de la isla hacia el mejor béisbol del
mundo y las consecuencias se están viendo desde hace años.
Ya
Puerto Rico no tiene en MLB aquella constelación de los hermanos Alomar, Carlos
Baerga, Bernie Williams, Juan “Igor” González o Iván Rodríguez. O lo que es
igual: las nuevas generaciones que se inician en la práctica del deporte tiene
menos ídolos a imitar, menos espejos en dónde mirarse, menos figuras que
despierten interés.
Pero
lo peor es que la dirigencia deportiva en Puerto Rico está enferma de desidia,
de pocos deseos de trabajar, de desarrollar e impulsar una actividad que está
en el ADN de las islas que conforman las Antillas Mayores.
La
prueba es esta Serie del Caribe que se está desarrollando en San Juan, donde ni
se encuentra en toda la ciudad ni un solo cartel de promoción para un evento
que debería ser una fiesta del béisbol.
Comentarios
Publicar un comentario