España y el triste fin de una era




Hundida y derrotada, entregada y desesperada, la España de Vicente del Bosque se despidió del Mundial sin llegar a jugar el tercer partido de la primera fase. Lo nunca visto. Un derrumbe en toda regla que pocos intuían antes de comenzar el campeonato, algunos más sospecharon tras la debacle frente a Holanda y que todos descubrieron cuando Chile acabó de desnudarla de manera absoluta.

Desde 1998 la selección española no se despedía de un Mundial en la fase de grupos. En aquel torneo de Francia, sin embargo, el equipo que entrenaba Clemente mantuvo hasta la última jornada las esperanzas de alcanzar la segunda fase y solo el triunfo de Paraguay sobre Nigeria (ya clasificada) hizo inútil la goleada hispana sobre Bulgaria.
Esta vez la caída se concretó antes y lo hizo de la manera más humillante de la historia. Recordándose aún la ausencia del campeonato de 1974, al cabo de 40 años se regresó a las catacumbas con la peor de las sensaciones.
Campeona en 2010, Francia la echó en los octavos de final de 2006 tras una excelente primera fase, Corea del Sur en los cuartos de 2002 tras un arbitraje indigno, Italia en los cuartos de 1994, Yugoslavia en los octavos de 1990, Bélgica en los cuartos de 1986 y Alemania e Inglaterra en la segunda fase de 1982.
En 1978, como 20 años después, al igual que ahora, España se despidió en la fase de grupos. Nunca como ahora. Escuchando los “oles” de la hinchada rival, entregada a su desgracia e impotencia y sin opción ninguna de soñar con una milagrosa reacción.


Ni respondió el físico ni respondió la cabeza. Dándose por hecho que solo tiró de corazón, la crítica, inmisericorde, debería dejar espacio al análisis. Del Bosque confío en la misma base que venció el Mundial en Sudáfrica y la Eurocopa de Polonia y Ucrania. Más aún, del equipo que conquistó la Eurocopa en 2008 a las órdenes de Luis Aragonés se mantenían en la plantilla 12 futbolistas.
Con seis años de diferencia, ocho de los jugadores que pueden considerarse fijos en los planes de Del Bosque ya lo eran en Austria y Suiza, y la falta de renovación acabó pagándose.
Eso, tanto como observar el derrumbe físico que apartó al FC Barcelona del primer plano. El rendimiento de Piqué, de Busquets, Xavi, Pedro o Iniesta en Brasil no fue, por mediocre, sorprendente. A ellos se sumaron los Sergio Ramos, Xabi Alonso, Silva y compañía, y a Casillas, que encajó un gol en siete partidos del Mundial de 2010 y en dos de 2014 le han marcado siete. España no llegó porque no podía llegar, porque alcanzó el final de temporada ahogada físicamente. También, quizá, porque el hambre, la ambición y desesperación por ganar no fue la misma que en el pasado.
Para remate España batió este miércoles otro record sonrojante. Es la tercera campeona del Mundo que se marcha a casa en la primera fase en compañía de Italia (2010) y Francia, que lo hizo en el torneo de 2002, tras no marcar ni un gol a Senegal, Uruguay y Dinamarca. El equipo galo, sin embargo, llegó a la última jornada de la primera fase con opciones de lograr el pase a los octavos de final, algo a lo que la España de Del Bosque ya no puede aspirar.
España, que nunca había perdido con Chile (8 victorias y 2 empates) fue bailada por el equipo de Alexis, convertido en un demonio. España, humillada por Holanda, prepara las maletas de regreso después de encajar siete goles y marcar solamente uno, y de penalti.
Ni una diana en jugada, sin estrategia, sin garra ni moral ni fútbol. La ilusión se desvaneció después de que el equipo de Van Gaal aplastara a la campeona, dando paso primero a la depresión, después a la desesperación y, por fin, a la rendición.
Francia se marchó de Corea y Japón, en 2002, entendiendo la necesidad de renovar su plantel. Al cabo de 12 años, y después de comprobarse en el Camp Nou que al Barcelona se le acabó una era, el tsunami alcanzó a la selección española.
Casillas avisó apenas acabar el partido que no es momento “de hablar de fin de ciclo” y a su discurso se sumó también el propio Del Bosque. En el entorno de la España futbolística, sin embargo, esa es la sensación que se impone. Fue bonito mientras duró, pero ya se acabó.

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