Kindelán: Un apellido, dos historias
Lionard es uno de los mayores prospectos del béisbol cubano. Foto:Ibrahín Sánchez |
Recordado por su fuerza y clase en el cajón de
bateo, Orestes Kindelán Olivares, el Tambor Mayor, es uno de los peloteros más
emblemáticos de las Series Nacionales de Béisbol de Cuba.
Su legado va más allá de las hazañas protagonizadas
en cada uno de los estadios que haya pisado, tanto dentro como fuera del país.
Y es que el hijo menor de este coloso ha decidido seguir sus pasos en el
deporte de las bolas y los strikes, en una especie de déjá vu beisbolero.
Lionard Kindelán Bicet, el único descendiente
varón del mayor jonronero de la pelota cubana (487 vuelacercas) nació el 21 de
agosto de 1996, en la ciudad de Santiago de Cuba. Fue en el “Campito Dolores”,
del reparto Vista Alegre, donde se le vio dar sus primeros pasos como atleta, a
la edad de seis años.
“Desde pequeño sabía que lo mío era la pelota.
Siempre veía jugar a mi papá y en mi hogar el béisbol es tema constante. Con
mucha frecuencia asistía al ‘Guillermón Moncada’ y desde entonces supe que ese era
mi camino”, comentó el joven prospecto en entrevista exclusiva para Play-Off Magazine.
Con una línea de bateo de .299 de average de
ofensivo, .400 de OBP y slugging de .604 en el Campeonato Nacional sub-23 años,
donde implantó récord de jonrones e impulsadas, con 11 y 45, respectivamente,
Lionard se adueñó del primer cojín de las Avispas de Santiago de Cuba para la
57 Serie, y según reconoció: “Ahora el reto es mucho mayor”.
-¿Notas
mucha diferencia entre la Sub-23 y el torneo para mayores?
-Jugar la Serie de mayores es mucho más
complicado. Aquí enfrentamos pitchers de calidad superior y uno debe estar más
concentrado. Para los jóvenes como yo es un salto grande e importante. Por
suerte para mí, tengo a mi padre cerca para que me aconseje y me ayude a mejorar
en mi desarrollo como atleta.
-¿Entrenas
tu técnica de bateo directamente con tu padre?
-Por supuesto, esa es una suerte que no todos
tienen. No solo por tratarse de mi padre, sino porque fue un excelente
bateador. Pero también tengo que reconocer el trabajo que realizan conmigo los
otros entrenadores. Aún tengo mucho por aprender, por eso no rechazo a nadie
que se me acerque a darme un consejo que me ayude a ser mejor.
-¿Crees
que ser el hijo de Orestes Kindelán es una presión extra para ti?
-Significa mucho tener como padre a Orestes
Kindelán. Es un ejemplo a seguir para todos los peloteros cubanos. La afición
se pregunta si yo seré como él y algunos me exigen que esté a su nivel. Es mucha
presión, pero a la vez me motiva para seguir sus pasos y trabajo muy duro día a
día para no defraudarlo.
Él me pide que salga al terreno a divertirme y
hacer lo que me gusta. Luego, en casa, conversamos acerca de los fallos que
cometí en el juego y qué debo hacer para corregirlos. Siempre me da ánimos, al
igual que toda mi familia, que me recuerdan que mi carrera deportiva apenas
está en sus inicios y no debo desesperarme.
Kindelán junior se ha adueñado de la primera base de las Avispas en la 57 Serie Nacional. Foto:Miguel Rubiera |
-¿Te ves
en unos años convertido en uno de los grandes jonroneros de la pelota cubana?
-Puede ser, esa es una de mis metas. Tengo la
fuerza y los deseos. Y aunque la afición insiste en compararme con mi papá,
quiero hacer mi propia historia y llegar a ser uno de los mejores bateadores
del país.
-¿A parte
de esta, tienes otras aspiraciones?
-Hoy en día a los jóvenes se les están abriendo
puertas, como las contrataciones en ligas extrajeras. Pero prefiero no quemar
etapas. Ahora estoy concentrado en hacerlo bien con las Avispas y ayudar a que
el equipo regrese a los lugares acostumbrados para el béisbol santiaguero.
Después, quisiera ganarme la posibilidad de integrar la selección nacional y si
me llega un contrato para jugar en otro país, bienvenido sea.
-¿Te
gustaría jugar en las Grandes Ligas?
-Me gustaría probarme en otro béisbol más
adelante y conocer otras culturas. Los deportistas siempre debemos aspirar a
superarnos e intentar escalar a un nivel superior. Si se me da la posibilidad
de jugar en la MLB, que así sea. Mi familia habla mucho conmigo, me dicen que
piense bien las decisiones que voy a tomar en mi vida y que nunca deje de esforzarme
para lograr mis metas. Siempre he contado con su apoyo en mi carrera.
-Este es
tu segundo año en el equipo de mayores de Santiago de Cuba. ¿Crees que tu padre
le ha cambiado la dinámica al grupo?
-No es porque sea mi papá, pero tenerlo como manager ha sido una inspiración para todos nosotros, porque la gran mayoría
crecimos viéndolo como un ídolo. Más allá de imponer su ley, se ha comportado
como un padre para todos. Nos aconseja, nos apoya incluso cuando nos
equivocamos y, sobre todas las cosas, ha logrado que nos sintamos no solo como
compañeros, sino como hermanos. Igualmente, ha sido importante el desempeño del
profesor Eriberto Rosales, que nos dirige en el sub-23 y conoce muy bien las
características de cada uno de nosotros.
También ha ayudado que la mayoría hemos
transitado juntos por todas las categorías y eso crea buena química en el
conjunto. Tenemos deseos de jugar pelota y mejorar los resultados del equipo de
los últimos años. Hasta ahora las cosas no nos han salido tan mal en el
terreno; salvo por la defensa, que debemos pulirla un poco más.
-¿Adentrándonos
a un plano un poco más personal, nos puedes decir cuánto influye la fe que
tienes en Dios en tu desarrollo como atleta?
-Soy cristiano y me siento feliz de haber conocido la palabra de Dios. Tengo
toda mi fe depositada en Él y nunca me ha fallado. Pongo todo mi rendimiento en
sus manos, todo lo bueno que me ocurre en los juegos se lo dedico a Él. Si no
tengo un buen partido, no me desespero; porque Dios tiene un propósito con cada
uno de nosotros y solo Él sabe qué nos tiene deparado.
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