Chile fue un justo campeón
Chile ganó su primera Copa Ámerica de su historia |
Los dos mejores
equipos de la Copa América, ambos con apuestas muy ofensivas, nos habían hecho
ilusionar con ver una Final cargada de goles. Nos quedamos con las ganas, pero
eso no quita que, en el balance final, Chile haya sido un campeón merecido.
No solamente por lo
hecho durante todo el torneo, sino por haber estado, durante 120 minutos, mucho
más cerca de su mejor versión de lo que estuvo Argentina.
Es que los dos
finalistas terminaron por cancelarse mutuamente el potencial ofensivo. Las
precauciones que tomó cada uno hicieron que disfrutáramos de un partido emotivo
desde el resultado incierto, pero chato en el desarrollo, con 90 minutos más 30
agregados en los que nunca se terminó de ver el juego abierto que se esperaba.
De cualquier manera, en esa paridad fue Chile
quien mostró un poco más, a partir de sostener mejor las ideas que lo habían
llevado hasta el encuentro decisivo. Aun si aceptamos que los penales puedan
ser una lotería, en los 120 minutos de juego, para usar términos boxísticos,
Chile ganó por puntos.
Tanto se había
hablado en la previa de que “La Roja de América” iba a cambiar: de que iba a
sacrificar a Valdivia, de que iba a armar una línea de cuatro, de que se iba a
parar 4-4-2... Nada de eso sucedió. Sampaoli usó el mismo esquema de siempre e
hizo la misma apuesta: presión alta, control de pelota y búsqueda del arco
rival.
Así, Chile jugó el
partido que se había planteado hacer, si bien eso no significó que creara
demasiadas chances. Aprovechó bien el flanco derecho y penetró varias veces por
ahí, aunque siempre le faltó precisión en el último pase. Adelante tuvo también
a un equipo como Argentina con un arquero confiable como Romero y una
organización defensiva muy prolija.
Si Chile fue bastante
parecido al equipo que todos esperaban, Argentina, en cambio, no pudo seguir el
libreto con el que había llegado a la Final. Funcionó la defensa, sí, pero
salvo en algunos momentos aislados, careció de juego asociado para generar
situaciones de gol. Y ni siquiera en el momento que terminó por esperar para
salir de contra lo pudo hacer de manera precisa, a excepción de la oportunidad
que terminó con Higuaín sin ángulo para definir al término de los 90 minutos
reglamentarios.
El
chileno Arturo Vidal fue el mejor jugador de la Final
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Hay muchos factores para explicar por qué
Argentina no pudo desarrollar su plan, lo cual pasa por la temprana lesión de
Di María, que le quitó velocidad para aprovechar los espacios que Chile dejaba
al atacar. También la falta de gravitación de Messi, quien tuvo que alejarse
demasiado del área para entrar en juego y aun así lo hizo de manera esporádica.
Y su socio natural, Pastore, tuvo buenos momentos en el primer tiempo, pero se
apagó hasta terminar reemplazado.
En los cambios
tampoco consiguió Argentina revertir esa tendencia. Lavezzi, el reemplazante de
Di María, fue más importante en el tapado las subidas de Isla que sumándose en
ataque. Y una vez que Banega ingresó por Pastore, para armar un mediocampo de
tres volantes centrales, ya estaba claro que Argentina difícilmente se
regalara, ya que atrás no iba a quedar expuesto ni en inferioridad, pero que el
precio que pagaba era falta de peso ofensivo.
Una vez más, se hizo
evidente la “Messidependencia”. Y el mejor del mundo estuvo lejos del nivel que
había mostrado a lo largo de todo el torneo: no desequilibró por su cuenta ni
distribuyó juego, las dos facetas en las que se había lucido. Hay que dejar
claro, por supuesto, que quienes lo critican se olvidan de que las derrotas son
de conjunto y nunca responsabilidad de una sola persona.
Del lado de Chile, en cambio, así como fue
superior el rendimiento colectivo, también lo fue el individual, en especial de
los hombres que podían ser desequilibrantes.
Si en Argentina Di
María se fue temprano, Pastore se fue apagó, Agüero luchó muy solo y Messi
parecía uno más. En el elenco local sus figuras estuvieron a la altura del
compromiso y dieron todo lo que se esperaba de ellos y más también.
Desde Bravo, siempre
seguro en el arco, y Medel, organizador de la defensa, siempre firme, cubriendo
y apoyando a los costados. Con un Vidal que, sin dejar de aportar en la
recuperación, tuvo llegada con un remate y un cabezazo que estuvieron entre las
jugadas de más peligro. Con Valdivia en un gran partido, con pausa y toques
precisos para colar a sus compañeros entre líneas.
Hasta en los cambios
Chile ganó más que Argentina. La entrada de Matías Fernández le dio frescura
para la recuperación, sin dejar de tener claridad en la salida: tal es así que
de su pie salió la asistencia para una volea de Alexis Sánchez que pasó muy
cerca.
Se hizo justicia con
un Chile campeón, que coronó un gran torneo de principio a fin. Quienes
hablaban de que lo favorecían con el arbitraje no podrán negar que se fueron al
descanso con sus tres defensores centrales amonestados. Y que en la Final nunca
fue menos que Argentina, subcampeón mundial y gran candidato a partir de sus nombres
y de su rendimiento. De hecho, haberle ganado la batalla por la posesión 57% a
43% demuestra cuál de los dos planteos predominó.
Chile no le tuvo miedo a Argentina ni a sus seis goles en las
semifinales. Al contrario, se animó a atacar, le quitó la iniciativa y terminó
por ganarle en los penales una Final que mereció definir antes. Y es, como
decíamos, un título justo y que, al ser el primero, amerita una enorme
celebración.
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