¡No escampa!
Cuba no ha tenido un buen desempeño en el Premundial Sub-23. Foto:twitter.com |
Ya lo advertíamos en este mismo blog. El béisbol cubano sería observado con
lupa en el Torneo Premundial de América, categoría sub-23, que concluye este
domingo en Panamá, donde la selección nacional dejó mucho que desear y quedó
apeada del certamen orbital.
El calendario
descubrió poco a poco las carencias de los criollos. El inicio fue cómodo, ya
que aún no llegamos al punto en que Argentina nos gane en la pelota y así quedó
demostrado con el KO de 16x1 que los muchachos dirigidos por el villaclareño Ariel Pestano les aplicaron a los gauchos.
Después comenzó el
enredo. Con Brasil se sufrió. Sí, porque un triunfo de 2x0 no creo que sea la
diferencia que existe entre los sudamericanos y los caribeños en el deporte de
las bolas y los strikes. O al menos eso pienso yo. Venezuela nos trajo a la
realidad (derrota de 2x0), Colombia prendió las alarmas (victoria in extremis
5x4) y Puerto Rico nos preparó el nudo de la soga (descalabro 3x1).
Con saldo negativo de
cero sonrisas y dos perdidos (por los resultados que arrastró ante venezolanos
y puertorriqueños) se presentó Cuba en la Súper Ronda de los seis mejores
equipos de la lid. Allí el camino se empedró mucho más, pues se unieron a la
disputa elencos de tradición y calidad como son Panamá, República Dominicana y
México.
Los panameños dejaron
al borde de la muerte a los cubanos con inapelable triunfo de 2x0. Y los
dominicanos le aplicaron la estocada mortal con un 10x7 inapelable, en el que
los cubanos solo dieron algo de batalla al final, cuando ya todo estaba
escrito.
Como pueden ver, si
quitamos las 16 carreras que les anotaron a los argentinos y las siete a los
quisqueyanos, que no nos sirvieron para nada, la selección de las cuatro letras
solo pisó la goma en otras ocho ocasiones, o sea, poco más una por juego. Peor,
casi imposible.
No se le puede achacar
nada a los lanzadores quienes trabajaron colectivamente para 3,54 de
efectividad, con 58 ponches propinados, 16 bases por bolas otorgadas y los
contrarios le promediaron para un bajo .226 de average. La defensa tampoco atentó
contra la actuación cubana, pues fueron los mejores de toda la lid, con un
astronómico .996 (una sola pifia en 227 lances).
El problema tiene
nombre: el bateo. Los toleteros cubanos lucieron indefensos ante serpentineros
de todo tipo de características. Venezuela los maniató con una mezcla de
velocidad y relevo zurdo con rompimientos. Puerto Rico le aplicó la vieja dosis
de pitchers con envíos lentísimos, pero con el control suficiente para mantener
la bola en la zona baja.
Panamá le puso
oficio, con mucha combinación de lanzamientos, y República Dominicana prefirió
poner velocistas, pero, sobre todo, confiaron en sus poderosos maderos que no
creyeron en el staff antillano.
Los números hablan por sí solo: average
colectivo de .263 (217-57), 12 extrabases, OBP de .359 y un pobrísimo slugging de .350. Ni siquiera la
velocidad en función de la ofensiva ha funcionado para hacer daño a los
rivales, ya que de 11 hombres que salieron al robo solo cuatro llegaron
quietos.
Al margen de decisiones
polémicas que haya tomado el cuerpo de dirección, lo que verdaderamente ha
lastrado a nuestro país es el pobre nivel de los bateadores, que no ven en los
torneos domésticos pitchers de nivel, y no han sido capaces –ni siquiera- de
dar un elevado a los jardines a la “hora buena” para remolcar una carrera desde
tercera base.
Con estos defectos, lo único que podemos hacer por ahora es decirle bye bye al Mundial Sub-23. Nada, que no escampa para la pelota cubana.
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