Diamantes de las 64 casillas
Leannet y César son continuadores de la tradición ajedrecística santiaguera. Foto:Entrevistados |
Ella tiene 12 años y
le gustaría superar los logros de la Gran Maestra Maritza Arribas. Él solo ha
vivido ocho abriles y ya sueña con ser como el mítico José Raúl Capablanca.
Así, entre metas ambiciosas
y tableros de ajedrez crecen los pequeños Leannet Mariah Bosch Valls y César
Manuel Tamames Soria.
Fieles continuadores
de la rica tradición del deporte ciencia en Santiago de Cuba, los pequeños
prodigios conversaron con Tiempo Extra
acerca de sus inicios en la práctica de la disciplina y los resultados que ya
han obtenido.
“Comencé a jugar a
los cuatro años. Mi padre Leonel Bosch quería que yo ejerciera algún deporte y
después de varios intentos en otras especialidades, finalmente nos decidimos
por este. Él mismo me enseñó parte de la historia del ajedrez y cómo mover las
piezas. Así que se puede decir que fue mi iniciador como ajedrecista”, comentó
Leannet.
Rápidamente, la niña
del reparto Antonio Maceo, en la Ciudad Héroe, empezó a destacarse y un año
después de agitar su primer peón ya había ganado un torneo pioneril categoría
7-8. Después, en la provincia de Camagüey, llegó el primer trofeo nacional.
“Un momento
importante para mí fue cuando comencé a entrenar con el profesor Alexis
Castillo, en el combinado deportivo Versalles, porque con él mejoré
estratégicamente, asistí a muchas competencias que me permitieron topar con
otros niños y así mejorar mi juego. Luego de su retiro, me atendió la profesora
Yuslay Guerra, hasta que matriculé en la Eide Capitán Orestes Acosta”, recordó
la joven trebejista.
Dijo también que: “La
Eide fue un cambio para mí. Comencé a relacionarme con otros deportistas y con
mi actual entrenador, Alberto López Paneque. Allí incursioné en mis primeros
Juegos Escolares Nacionales, en los cuales terminé cuarta, resultado que mejoré
este año, donde logré la medalla de plata. Creo que en la próxima edición ya me
toca ganar el oro”.
Un punto de
convergencia entre estos dos genios, a parte del amor que sienten por las 64
casillas, es que ambos están bajo la égida del profesor Paneque, como lo llaman
cariñosamente.
Para César, la
tradición también llegó a través de su padre: “En mi casa se juega mucho,
debido en gran parte porque mi papá es muy aficionado de este. El forma parte
de una peña ajedrecística y yo siempre me arrimaba a observar sus partidas. Así
comencé a interesarme y cuando tenía tres años de edad le pedí que me enseñara
a jugarlo”, confirmó.
Recordó también que:
“Estaba cursando el pre-escolar en la escuela Miguel Ángel Cano Domínguez y uno
de mis profesores me llevó a dar clases de ajedrez. Enseguida me vio jugar, me
comentó que yo tenía la preparación necesaria para competir, y así fue”.
Fue en un torneo
distrital donde César comenzó a escribir su historia. Allí, el hijo de Julio
César y Neysi terminó en la primera posición, resultado que lo clasificó a las
municipales, donde ganó el evento por equipos y finalizó cuarto en el apartado
individual.
El salto al
estrellato lo dio en la novena edición del Torneo Nacional Descubriendo a
Capablanca, que se desarrolla en La Habana. Para el asombro de los
especialistas presentes, César ganó el evento invicto, al acumular los siete
puntos posibles.
“Antes me practicaba
en la sede comunitaria El Olímpico de su Pueblo (hogar natal de Alberto
Juantorena), pero actualmente entreno en la Casa del Ajedrez, en espera de
poder matricular en la Eide”, confesó.
Ambos coinciden en
que jugar ajedrez es fácil, que lo complicado es hacerlo bien. Mientras otros
niños emplean su tiempo de entretenimiento en juegos tradicionales o
electrónicos, Leannet perfecciona la apertura de centro y la defensa Pirk (sus
preferidas). A él le va más la Escocesa y el Gambito escocés.
Así se forman dos
trebejistas de cuna. Niños que buscan, con dedicación y muchas horas de
estudio, abrirse paso en el siempre complicado mundo de los peones y los
alfiles. Tal vez, en algunos años, este redactor los entreviste nuevamente
luego de haber ganado un torneo foráneo o el memorial Capablanca. Talento les
sobra.
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