Más rollo que película
Los Orioles de Baltimore fue la última franquicia de la MLB que jugó en Cuba |
En
poco menos de un mes llegará a La Habana el presidente de los Estados Unidos,
Barack Obama. Coincidentemente en tiempo y espacio visitará la capital cubana el
equipo de los Tampa Bay
Rays, de Grandes Ligas, para jugar un partido amistoso ante una selección
antillana.
Ambos
acontecimientos convertirán a Cuba durante esos días en el centro de la
atención mundial. Y no es para menos, desde el punto de vista político -además
de contribuir al deshielo iniciado el 17 de diciembre del 2014-, Obama se
convertirá en el segundo mandatario estadounidense que en funciones pisa suelo
cubano. La anterior referencia data de 1928 cuando Calvin Coolidge viajó a La
Habana para participar en la VI Conferencia Panamericana, y el primero después
del triunfo de la Revolución liderada por Fidel Castro en 1959.
Desde
la óptica deportiva, los Tampa Bay tomarán la estafeta de los Orioles de
Baltimore, único equipo de las Mayores que después del ‘59 ha
realizado una serie
amistosa (en 1999) ante la selección cubana, para en claro acto de
diplomacia continuar con el acercamiento de las posiciones del gobierno de La
Habana y la Major League Baseball (MLB).
Lo
que no acabo de entender, y no sé si alguno de ustedes lo hará, es por qué resulta
tan complicado armar una selección cubana para celebrar UN JUEGO (solo nueve
innings) y designar el manager que llevará las riendas del grupo. Cuestiones
como estas dan la medida de lo distorsionado que anda el béisbol en la Isla.
Pareciera
que saldrán rumbo a un Clásico Mundial, cuando solo será un partido de
exhibición, ante una novena que ni siquiera ha confirmado que asista con sus
mejores exponentes, y para un choque donde el mayor beneficiado será el
público, que podrá disfrutar de un espectáculo con peloteros que se desempeñan
al más alto nivel del béisbol.
La
realidad es que la atención de muchos no estará centrada en lo que ocurra en el
terreno del renovado estadio Latinoamericano, sino en los despachos de este.
Será allá donde se muevan los hilos principales de la novela que todos quieren
saber su final: ¿Cuándo será que los peloteros cubanos podrán jugar en la MLB
sin tener que
romper con su país?
El argumento generalizado
es que el principal culpable es el bloqueo económico que impone la potencia
yanqui a Cuba. Y si bien es parcialmente cierto, de este entuerto ninguna de
las dos partes sale impecable.
Los peloteros cubanos
no solo se marchan a otras tierras para probarse y conseguir los beneficios económicos.
O mejor llamémoslo por su nombre, los millones, sí, los millones y ¿qué hay de
malo en eso si lo ganan con sus destrezas? También “huyen”, “escapan”, “abandonan”,
“desertan” (llámelo como más le plazca) de un sistema que se cree con el
derecho de decidir por ellos.
Es una especie de
filosofía con el concepto de: “Te formé y me debes obediencia. Si osas
contradecirme te acusaré de traidor o haré que tus logros desaparezcan”.
El doctor Antonio
Castro dijo en una entrevista con ESPN: “Las leyes de Estados Unidos impiden a
los peloteros cubanos jugar en las Grandes Ligas sin romper con su país. Es
decir, tienen que romper los lazos con Cuba. Tienen que llegar a ser, si
quieren o no, desertores. Porque dicen que el dinero que gana un jugador de
béisbol podría beneficiar a La Habana. Eso es una locura (...)”.
Para mí, la pregunta es:
¿Realmente el gobierno de Cuba quiere tener peloteros en las Grandes Ligas y
luego reunirlos en una selección nacional?
La
respuesta es sencilla. Cuba (el gobierno) pretende que los atletas (de todos
los deportes) se sienten a esperar por un contrato gestionado por Cubadeportes,
quien acelerará el proceso en dependencia de la confiabilidad política del
beneficiado y tendrá siempre en sus manos la decisión del cuándo, cómo y dónde.
Como
dato ilustrativo, desde 2013, cuando el gobierno permitió la contratación de
deportistas en ligas extranjeras, apenas poco más de 40 atletas -en nueve deportes-
se han beneficiado de ello.
La
vida activa de un jugador de alto rendimiento es extremadamente corta. No hay
espacio para la filosofía de: “sin prisa, pero sin pausa”. En el deporte sí
valen las prisas, si tienen alguna duda pregúntenle a Yulieski Gourriel.
Así que ya saben, no se vayan con la primera bola (el
juego entre Cuba y los Tampa Bays). Mejores esperemos a ver cuándo se firmará
el pacto Cuba-MLB (es un hecho que llegará tarde o temprano), y quién será el
encargado de defender a los peloteros cubanos de este tipo de arbitrariedades.
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