Dos estilos distintos, pero ganadores
Toda la paridad que
hubo en la ida de las semifinales de la UEFA Champions League desapareció en la
vuelta, con dos claros ganadores, ambos españoles y madrileños: Real Madrid y
Atlético de Madrid disputarán en Lisboa una final histórica, ya que será la
primera vez que esta copa se dirima entre equipos de la misma ciudad.
Ancelotti y Simeone
ganaron sus duelos tácticos ante rivales de categoría como Guardiola y Mourinho,
ya que ambos fueron capaces de imponer sus libretos en condición de visitantes
y trasladar, a la corta o a la larga, esa superioridad al marcador para
clasificarse con tanta claridad como justicia.
Menos de 20 minutos
tardó en resolverse el primer duelo, el tiempo que le llevó al Madrid de
Ancelotti pasar al frente 2-0 con dos goles de Sergio Ramos, ambos producto de
pelota parada.
Hasta entonces, el
Bayern había mostrado sus armas de siempre, controlando la posesión pero sin
demasiada profundidad. Sin embargo el partido se le escapó de las manos con dos
centros en los que, pese a contar con hombres más altos, terminó yendo a buscar
la pelota al fondo del arco.
Marcar zona en vez de
hombre a hombre en las pelotas paradas tiene sus riesgos, y digo esto aclarando
que elegir uno u otro sistema queda en manos de cada entrenador. En esas
situaciones de juego participa todo el equipo y por eso yo prefiero que cada
jugador tenga bien delimitada su función: uno al primer palo, algunos atentos
al rebote y otros marcando a un rival.
Al defender tomando
uno con uno, quedan más claras las responsabilidades. Como en la vida: cada uno
se hace cargo de determinadas cuestiones y responde por ellas. En cambio, al
tomar zonas no está tan claro quién es responsable; lo vemos muchas veces
cuando llega un gol de cabeza y los defensores se recriminan mutuamente, ambos
con cierto grado de razón sobre si el hombre que anotó estaba en el área que
debía marcar uno o el otro.
La cuestión se agrava
si pensamos que, en general, al marcar zona quien defiende salta con mucho
menos impulso que quien ataca, ya que este último suele recorrer más distancia
para llegar al punto de impacto, sacando así en el salto una ventaja que puede
ser decisiva.
La paradoja es, como
decíamos antes, que el Bayern tiene hombres más altos que el Real Madrid. Pero
a veces confiar demasiado en las virtudes propias lleva a descuidar las del
adversario.
Después de esos dos
cachetazos, el partido quedó prácticamente liquidado, con un Bayern obligado a desguarnecerse
ante uno de los mejores contragolpes del mundo, sino el mejor. Parado de manera
más clásica, con un 4-4-2, Real Madrid tuvo el espacio necesario para sacarles
todo el provecho a jugadores que pueden trasladar 30 ó 40 metros en tiempo
récord, con tanta precisión como potencia. Entre ellos, un Bale que parece ya
haber justificado los casi 100 millones que se pagaron por él.
En definitiva,
terminó siendo un partido histórico, pero no tanto por lo que se esperaba de
los dos, sino por un Madrid que se robó todo el protagonismo, tuvo máximo
realismo y golpeó e hizo daño cada vez que tuvo la posibilidad. El único punto
a lamentar fue la amonestación de Xabi Alonso, que lo dejará fuera de la final.
Una lástima que la tarjeta haya llegado con un partido que ya estaba definido
(3-0 a esa altura).
Qué distinto debe ser
hoy el ánimo en un equipo que, hace pocas semanas, perdía el clásico con el
Barcelona y sufría más de lo pensado para clasificar ante el Borussia Dortmund.
Ahora está ante la chance de llevarse todo, porque ya ganó la Copa del Rey y
también sigue con vida en la Liga.
Un día después, al
Atlético Madrid le llevó bastante más tiempo liquidar su serie, ya que no fue
hasta la hora de juego que, con el penal convertido por Diego Costa, obligaba a
su rival a marcar dos goles. Pero el momento bisagra del partido fue
probablemente el empate cuando se cerraba el primer tiempo, un golpe de esos
que se sienten y del cual el Chelsea jamás se repuso.
Simeone sigue
haciendo cosas extraordinarias con el Atlético, sus jugadores comprendieron muy
bien lo que el “Cholo” quiere de ellos, sobre todo, que para jugar primero hay
que correr. Así se los ve partido tras partido, incansables, multiplicándose
para anular a sus rivales y, una vez conseguida la pelota, para salir
disparados hacia posiciones de gol.
En el partido de
vuelta terminaron dejando sin poder ofensivo a un Chelsea ya de por sí limitado
para crear opciones. Como he dicho otras ocasiones en esta columna, se nota
cada vez más que llegó la hora del recambio para los Blues, que terminaron
faltos de ideas ante un Atleti que, por el contrario, tuvo siempre muy claro
qué quería y cómo conseguirlo.
Así las cosas, será
una gran final, con todo el morbo del duelo entre vecinos más el preludio de
una definición de Liga que los tiene a ambos de protagonistas y con un tercero
en discordia como el Barcelona.
Real Madrid llegará
con toda su historia y todas sus figuras para, seguramente, hacer lo que suele
pedirle Ancelotti a sus dirigidos: convertirse en protagonistas a partir de
adueñarse de la pelota. Atlético Madrid debería seguir fiel a sus armas,
esperando con mucho orden para desequilibrar de contra. Serán David y Goliat
una vez más, un duelo en el que, si algo no se puede anticipar, es quién será
el ganador.
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