¿Crisis o falta de personalidad?


Messi es el termómetro del "Barça". Foto:EFE


No sé qué tan prudente es decir que el Barcelona está sumergido en una crisis. Ya lo dijo el mismísimo “Pep” Guardiola: “Mejor no criticarlos porque los harán quedar mal”. Para mí la situación actual de los “culés” pasa por dudas en su propia identidad.

No podemos hablar de crisis porque si vamos a los números, tan fríos como el polo, los barcelonistas solo han perdido uno de sus últimos 13 encuentros. ¡Pero qué uno! La masacre de San Valentín a manosdel París Saint-Germain (4-0).
Frente al Leganés, el “Barça” volvió a flaquear. Hundido y sin respuesta, solo el relato futbolístico puede cambiar la dinámica de un equipo que no se reconoce y al que el bofetón sufrido en París no hizo más que poner en el plano una realidad palpable: en la Liga el Barcelona tiene ahora mismo más puntos que juego y en la “Champions” la confusión se ocultó bajo los resultados, hasta que llegó la sentencia.
Magnificado en la excelencia, el “blaugrana” es un club de extremos, o de rachas, que sufre de excesos en la debilidad. Y al que la pérdida de su personalidad futbolística desnuda en cuanto le abandona el marcador.
Otra verdad sale a la luz: el rendimiento del equipo va a menos. Disputados los primeros 40 partidos oficiales de la campaña 2016-2017 esta es la peor a todos los efectos.
Desde la banda tampoco llegan soluciones. La continuidad de Luis Enrique, más allá del final de esta temporada, empieza a darse por descartada, donde crece la sensación de un alejamiento entre el entrenador y el club, por más que el presidente proclamase este domingo su convencimiento respecto a la continuidad del asturiano.
De ganar un 82,5% de los partidos en el primer curso al mando del asturiano, con una media de tres goles por encuentro, se ha pasado a un 67,5% de victorias esta campaña y 2,7 tantos por partido.
En la Liga el “Barça” depende del Real Madrid y en la “Champions” roza la eliminación en octavos de final, por primera vez desde que cayó frente al Liverpool en una temporada no demasiado distinta a la actual, la cuarta de Frank Rijkaard en el banquillo y en plena decadencia de su proyecto.
Este domingo, ante el “Lega” (2-1), ocurrió algo más preocupante aún: a Messi se le agrió la alegría. Marcó los dos tantos de la victoria, mostró un semblante distante y, aunque aceptó el saludo de los suyos, se recogió sin ninguna gestualidad para su campo.
Fue la imagen del partido para un Barcelona que vive un momento desconcertante; cada vez tiene menos fútbol, está llegando a los momentos clave del curso y se ve más fuera que dentro de la lucha con sus rivales.
Messi, que está negociando su renovación con el club de la ciudad condal, es el termómetro del club desde hace años. Si el argentino está en forma y con ganas, es más fácil que el Barcelona sea imparable o, como mínimo, difícil de batir.
Todo lo que no sea tener a Messi conectado se traduce en problemas, especialmente desde que el fútbol del “Barça” lo ha volcado todo a la suerte de los tres jugadores de arriba, porque del resto, apenas hay noticias.
Si Messi no está bien en lo anímico, al Barcelona le va a costar reconducir este final de temporada. A pesar de haberse puesto otra vez como “Pichichi” tras los dos tantos contra el Leganés (19 goles, uno más que Luis Suárez) a Messi no le satisfizo nada lo que sucedió en el “Camp Nou”. 
A medio camino entre el declive y la resurrección. El partido en el “Calderón”, el domingo próximo, dirá hacia donde se dirige este Barcelona.

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