¡Basta ya!
Los cubanos demostraron no estar a la altura de los mejores del mundo. Foto:cuban-play.com |
Habrá que buscar en
los archivos si alguna vez el equipo Cuba haya sido humillado de la manera que lo hizo Holanda en el IV Clásico Mundial de Béisbol. Y no tengo intención de
hacer leña del árbol caído, pero esto tiene que parar ya.
Los
holandeses, verdugos de los últimos tiempos, devolvieron a la realidad a una
frágil escuadra caribeña. Seamos honestos. Si Cuba llegó hasta esa segunda fase
fue gracias a que concursó en el grupo más débil de los cuatro en la primera
ronda, y a que “rizó el rizo” frente a los australianos.
La
actuación en la Serie del Caribe, prácticamente con este mismo róster, produjo
un espejismo que los más apasionados prefirieron creer. Pues a mí, al igual que
a muchos otros, nunca nos engañó.
Aquella
poderosa selección que aplastaba sin misericordia en cuanto evento se plantaba
es cosa del recuerdo. Cierto es que enfrentaban a equipos amateurs en su gran
mayoría, pero también tenían un “trabuco” que estoy seguro hubiese dado de qué
hablar en torneo como estos Clásicos.
No
los engañaré, me hubiese encantando ver a un equipo Cuba con nuestras estrellas
de las Grandes Ligas norteamericanas, pero entiendo que esto no es un tema tan
fácil como muchos piensan.
El
béisbol cubano no está diseñado para soportar eso. Y debemos entenderlo así.
¿Con qué moral le decimos a un pelotero que juega las Series Provinciales, que
sufre el sol de cada tarde en los terrenos de las Nacionales y que rinde para
ser convocado al “team” Cuba que no será tenido en cuenta, porque no es mejor
que los que juegan en la “Gran Carpa”? Créanme, sería el fin de las Series
Nacionales.
Tampoco
toda la culpa está en la fuga de peloteros. Sin necesidad de usa lupa, estoy
convencido que encontraremos los males de la decadencia de nuestro béisbol aquí
adentro. Ya pasó la época de hablar de la “alta moral” y “las actuaciones
decorosas”. Ese anzuelo nadie lo pica.
Después
de lo visto en el terreno del “Tokio Dome”, sumado al estado de coma de la
pelota en la Mayor de las Antillas, cómo le vamos a criticar a los más jóvenes
que prefieran ser de CR7 o de Lio Messi. Porque
aquí no hablamos sólo de deportes. Se discute la imperdonable aniquilación
gradual de un rasgo de la identidad nacional.
Mientras
las luminarias del Real Madrid, el Barcelona y otros clubes son casi tan
habituales –por suerte- en la pequeña pantalla de los cubanos, existe un
incontrolable miedo de transmitir por la televisión los juegos de Grandes
Ligas.
Un
partido a la semana, diferido, editado y siempre con el cuidado de no mostrar
los cubanos que brillan en las “Mayores”, no va a conseguir relanzar el interés
de la población por el deporte nacional, cuyo torneo doméstico subsiste a duras
penas y pide a gritos cambios radicales.
Ojalá la humillación holandesa marque el tan
esperado punto de giro después de tocar fondo en tierras japonesas.
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