Fiesta en Boston, 95 años después
En 1918, Fenway Park era un novedoso
estadio con apenas seis años de historia, que vibraba de emoción tras la
victoria de los Medias Rojas
de Boston en la
Serie Mundial sobre los Cachorros de
Chicago.
Tuvieron que pasar 95 años para que
Fenway Park, convertido ahora en uno de los templos sagrados del béisbol,
volviera a estremecerse hasta sus añejos cimientos por la algarabía de una
celebración suprema.
Los Medias Rojas son los nuevos reyes de las Grandes Ligas,
tras su aplastante victoria de 6-1 sobre los Cardenales de
San Luis en el sexto juego del clásico de octubre, con lo que Boston
consiguió su tercer título en lo que va del siglo XXI.
En las dos ocasiones anteriores
(2004 y 2007), se coronaron fuera de casa ante los Cardenales en el Busch
Stadium de San Luis y frente a los Rockies de Colorado en el Coors Field de
Denver, respectivamente.
Esta vez no había quien le ganara a
los Medias Rojas. La tropa de David Ortiz,
Dustin
Pedroia y compañía salió al terreno con un nivel de inspiración que
les faltó a los Cardenales.
Cada vez que San Luis amenazó, al
final faltó siempre el batazo oportuno, pues John Lackey
se las arregló para meter el brazo y unirse a hombres como Jimmy Key y Catfish
Hunter entre los pocos que han ganado el juego de coronación de Series
Mundiales con equipos diferentes.
Lackey era entonces un novato de 23
años en el 2002, cuando derrotó a los Gigantes de
San Francisco en el séptimo juego del clásico ganado por los Angelinos de
Anaheim.
Para el manager John Farrell todo el
mérito del mundo, al convertir en campeón a un equipo que un año atrás no sólo
fue el peor de la división del Este de la Liga Americana,
sino que él lo recibió con la química fracturada, con un clubhouse destrozado
desde los mismos entrenamientos primaverales del 2012 por su predecesor, el
problemático Bobby Valentine.
Farrell no tuvo miedo en mover sus
piezas, ya del pitcheo, ya de la alineación y los errores que pudo haber
cometido ya están en el olvido en medio de la euforia por la victoria.
En el orden individual, lo del Big
Papi fue extraordinario, no sólo con el madero, sino por su liderazgo
indiscutible, con su discurso motivador del cuarto juego que cambió la suerte
de la Serie Mundial.
Igualmente de otro planeta las
faenas monticulares del zurdo Jon Lester,
quien se reafirmó como el hombre a quien es obligación entregarle la pelota
cuando las opciones son ganar o ganar.
Y superlativo el papel de Pedroia,
con todo y su inusual average de sólo .217, pero con una defensa que le salvó
la vida en más de una ocasión a los lanzadores de Boston.
De esta manera se pone fin al
béisbol en el 2013, pero, antes de que nos demos cuenta, ya en unos pocos meses
se estarán abriendo nuevamente los campos de entrenamiento para la campaña del
2014.
¡Animo, fanáticos! Febrero está al
doblar de la esquina.
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